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  • El impacto de los desórdenes de alimentación: Autismo y traumas en la vida adulta

 

A día de hoy somos conscientes de que los desórdenes sensoriales son un factor determinante en la intervención en el autismo, y también sabemos que éstos generan un fuerte impacto en la conducta alimenticia y por extensión en otros factores relacionados. Autismo y traumas, mala combinación.

La no intervención, o una intervención inadecuada, en los trastornos de alimentación en el autismo generan diversos problemas.

 

¿En qué afectan los desórdenes de alimentación en el autismo?

 

  • Afectan en las praxias bucales, a menor tono muscular, menos fortaleza muscular. Es habitual que se den cuadros de hipotonía muscular en la zona maxilofacial. Es decir, afectan al lenguaje oral.
  • Impactan en la conducta, ya que las dietas inadecuadas generan también una flora intestinal inadecuada, y hoy ya sabemos que ese desbalance afecta a la conducta y a la química cerebral.
  • Afecta en los procesos digestivos. Una mala masticación, una alimentación inadecuada, problemas de deglución, los cuales generan también problemas de neumonía por aspiración.
  • Impacta también, y en combinación con problemas de propiocepción, en problemas de estreñimiento, flatulencias, malas digestiones y, por tanto, malestar general.
  • Y obviamente, afectan a la salud en general, pero también, generan traumas que pueden ser persistentes.

 

Autismo y traumas persistentes ligados a los desórdenes de la alimentación

 

No es extraño ver fobias hacia determinados alimentos, selectividad que a veces llega a altos niveles. Ascos, arcadas, vómitos, conductas de evitación, y un largo etcétera se conjugan. Todo esto acaba generando traumas que no suelen ser atendidos, al igual que no fueron los problemas de alimentación.

De tal forma, vemos como es muy habitual que ya en la juventud o edad adulta las dietas sigan siendo inadecuadas. Un exceso en carbohidratos, alimentos procesados, dietas dulces, y en suma, una alimentación poco adecuada.

Lamentablemente vivimos en una sociedad que, en promedio, come mal, muy mal. Países como México o EE.UU., tienen un severo problema de obesidad en su población general, pero no son los únicos. Y por tanto, si las familias comen mal, no se suele tomar en consideración ese detalle. Los alimentos procesados y comidas basura son las reinas de la alimentación moderna. Es más, hasta la fruta se come procesada, en vez de comerse una naranja, les damos un jugo, o una compota, o un lácteo que lleva más azúcar que otra cosa.

 

Efectos a largo plazo de los trastornos de la alimentación en el autismo

 

Todo esto hace que, una vez en la edad adulta, todos esos traumas que se han ido asentando a lo largo de la infancia, hayan generado una cultura de la alimentación. Y esa cultura alimenticia está influida por alimentación inadecuada y por puros traumas, que a veces, por imperceptibles no se toman en consideración.

Lo que si vemos es que en los casos que desarrollan una vida independiente, su cultura de la alimentación se basa en:

Bebidas gaseosas o azucaradas (refrescos diversos).

Comidas procesadas.

Lácteos azucarados.

Altos contenidos en grasas e hidratos de carbono.

Y en suma, una alimentación de baja calidad nutricional y que además impacta de forma negativa en la flora intestinal o microbiota. Esta problemática, a su vez, sabemos que está ligada a la aparición de intolerancias alimenticias, problemas relacionados con los procesos inmunológicos , y un conjunto de problemas de la salud física y emocional.

 

¿Cómo ser conscientes de los traumas en el autismo provocados por los desórdenes de alimentación?

 

Se inician normalmente en edades tempranas. Alimentación forzada, técnicas invasivas, intervención de base conductual, y, sobre todo, no entender los aspectos básicos que generan estos desórdenes alimenticios, hecho que lleva en la mayoría de las veces a intervenciones traumatizantes.

Vemos como incluso, se impone la cultura del chantaje o extorsión, que no siempre funciona, y si no funciona, genera nuevos problemas que antes no teníamos. Y el problema es que es demasiado frecuente ver que ese modelo se extiende a otros muchos ámbitos de la vida del niño, que aun con toda la buena fe del mundo, genera efectos negativos en la salud emocional de la persona, que incluso conducen a conductas o altamente oposicionistas o a conductas de indefensión aprendida.

Tomar conciencia de esto es quizá el primer paso, ya que sin darnos cuenta, empleamos técnicas que no solo son altamente invasivas e irrespetuosas, es que además, no darán resultados adecuados y a largo plazo.

En nuestra experiencia, vemos como en adultos, estos problemas no atendidos, o incluso invisibles, han generado impactos en muchas áreas de la vida de la persona, generando una mala calidad de vida en general.

Vemos también, como, en muchos casos, algunos de estos problemas se han ido “solucionando” con el tiempo. Es cierto que hay aspectos que la propia persona aprende a manejar, pero en el momento en que tienen independencia, su cultura alimenticia se endurece nuevamente. Esa pauta es posible revertirla, pero a más tiempo pasa, mas trabajo conlleva.

Una intervención adecuada, en edades tempranas, nos va a ahorrar muchos malos momentos, pero sobre todo, va a mejorar la calidad de vida de la persona a la que va dirigida.

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