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Los desórdenes de alimentación en el autismo y el desarrollo de la inteligencia

 

  • ¿Está relacionado el desarrollo de la inteligencia con la alimentación?

  • ¿Qué papel juega la alimentación en el desarrollo cognitivo y la inteligencia?

 

Una de las grandes preocupaciones en las familias de niños en el espectro del autismo es la relacionada al desarrollo de la inteligencia. El miedo a que aparezca una discapacidad intelectual o un compromiso cognitivo es una constante en las familias.

La pregunta de si el hijo o hija tendrá un cociente intelectual normal siempre está ahí. Incluso, muchas familias aseguran que sus hijos son grandes genios, una especie de superdotados intelectuales, aunque la realidad no avale tales afirmaciones.

Lo que si es una realidad contrastable es que en mayor o menor medida se darán ciertos compromisos cognitivos. Muchos de ellos relacionados directamente a cómo funciona la mente en el autismo. La rigidez e inflexibilidad serán uno de los grandes frenos a un desarrollo típico, sumado a un procesamiento diferente de la información.

Pero, ¿y qué papel juega la alimentación en el desarrollo cognitivo y la inteligencia?, pues más de lo que se piensa, veamos pues el porqué de esta afirmación y cómo una alimentación alterada desde la infancia puede ser un factor de impacto negativo en la inteligencia.

 

La importancia de la alimentación en el desarrollo cerebral

 

El cerebro es el órgano más complejo y costoso del cuerpo humano. En los recién nacidos humanos, el cerebro exige el 87 por ciento del presupuesto metabólico del cuerpo, el 44 por ciento a los cinco años, el 34 por ciento a los diez años y el 23 por ciento y el 27 por ciento para hombres y mujeres adultos, respectivamente 1.

Presumiblemente, si un individuo no puede satisfacer estas demandas energéticas mientras el cerebro está creciendo y desarrollándose, el crecimiento y la estabilidad del desarrollo del cerebro se verán afectados. Lynn 2 ha argumentado que la nutrición es vital para un alto grado de desarrollo mental. Lynn sugirió que la nutrición puede explicar el efecto Flynn 3 (grandes aumentos en el coeficiente intelectual durante cortos períodos de tiempo a medida que las naciones se desarrollan; Flynn, 1987), y más tarde ( Lynn, 1993 ) revisó la evidencia que muestra que los niños desnutridos tienen cabezas más pequeñas, cerebros más pequeños y una inteligencia psicométrica más baja que niños suficientemente nutridos.

Un estudio publicado en el 2010, titulado “Parasite prevalence and the worldwide distribution of cognitive ability”, los investigadores evaluaron el impacto de las carencias nutricionales y su impacto en el desarrollo de la inteligencia 4. Para ello estudiaron el impacto de enfermedades infecciosas y la presencia de parásitos en el aparato digestivo. Este hecho mostraba una correlación directa entre un menor desarrollo intelectual en los grupos de sujetos que habían tenido déficits nutricionales en su infancia de forma peristente frente a los que no los habían tenido.

Eppig y sus colegas encontraron una relación inversa impresionante entre la extensión de las enfermedades en un país y la inteligencia promedio de su población. Y aunque correlación no implica necesariamente causalidad, la extensión de los diferentes estudios y la consistencia de los resultados apuntan directamente a que es al menos uno de los factores implicados.

No hay que olvidar que a eso hay que sumarle los problemas relacionados con la microbiota intestinal. La diarrea y las enfermedades del aparato digestivo son a día de hoy, una de las mayores causas de muerte en niños en zonas de bajo desarrollo.

Existe también una correlación entre la calidad nutricional en la infancia y la altura, que no se debe únicamente a un componente genético o de sesgo sexual (Las mujeres – en promedio – prefieren a hombres de mayor altura). Podemos ver como la altura media de la población de los países con un alto índice de desarrollo ha mostrado un aumento en las últimas décadas. A mejor alimentación, y por añadido, a mejor atención médica (principalmente en medicina preventiva), más altura promedio de la población. Y también se obtienen mejores resultados promedio de cociente intelectual que en zonas de baja o muy bajo desarrollo.

 

¿Y cómo impacta todo esto en el autismo?

 

Aunque estos estudios han generado una fuerte polémica sobre inteligencia y pobreza vs riqueza, indistintamente de cuestiones personales, los datos nos muestran eso. Y en muchos casos se suma también el clima. No es que el clima está involucrado en el desarrollo de la inteligencia, pero a más calor, más probabilidad de aparición de enfermedades infecciosas y parasitarias.

Por tanto, a parte de las polémicas culturales, si nos ceñimos únicamente a los datos y eliminamos los componentes sociales, vemos como una alimentación alterada incide no solo en el desarrollo físico, también en el desarrollo de la inteligencia.

La necesidad de nutrientes para un correcto desarrollo cerebral en la infancia son obvios, pero también para un correcto desarrollo de la microbiota. Sabemos que la microbiota intestinal también se ve alterada en personas con anorexia o con obesidad, que también son problemas de alimentación y que tienen un impacto a nivel cognitivo, que no tiene nada que ver con el autismo, pero los efectos nos muestran la relación de la alimentación y procesos cognitivos. Así mismo, una mala alimentación también está relacionada a una alteración en la microbiota. Y curiosamente en el autismo encontrar alteraciones en la microbiota es algo muy habitual.

 

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Sabemos que los desórdenes de alimentación en el autismo se dan desde el fin de la lactancia (a veces incluso antes), y que en la mayoría de los casos generan problemas de alimentación a lo largo de la vida de la persona. Aunque es cierto que en muchos casos esta problemática pasa desapercibida. Y volvemos a ver un sesgo cognitivo, igual que el que se comentó al inicio, referido a niños que son definidos como genios, aunque no lo sean. Pues con la alimentación suele pasar lo mismo. Vemos como muchas familias afirman que sus hijos comen bien y que su desarrollo físico está acorde a los percentiles esperados. Pero como hemos visto, el cerebro es una gran devorador de nutrientes específicos, y que a falta de estos, se va a ver afectado el desarrollo de la inteligencia.

Es necesario ser consciente de que en muchas ocasiones nos vemos afectados por sesgos cognitivos, es decir, conclusiones o juicios errados en base a una percepción que no está acorde a la realidad. Y esto es un aspecto complejo, hemos visto a lo largo de los años como niños cuyas familias decían que comían bien, al analizar su alimentación, esta era de todo menos balanceada. Algo muy habitual en el autismo y que sigue siendo una asignatura pendiente.

 

Conclusiones

 

Hemos visto como una alimentación inadecuada puede también afectar al desarrollo de la inteligencia, y que también existen impactos en la microbiota, y todo esto conduce a cuadros muy complejos, que en la mayoría de las ocasiones son abordados de forma separada.

Debemos entender que en el autismo no podemos actuar de forma segmentada, se ha de trabajar de forma integral, abordando todo como un conjunto, y no como piezas separadas. Es curioso como niños que mastican mal, tienen problemas a la hora de la pronunciación, y que esto se resuelve cuando el niño mejora su control y musculatura orofacial. También vemos como niños que presentan conductas disruptivas mejoran en el momento en que sus problemas del aparato digestivo se resuelven. O niños que pasan del descontrol total de sueño a dormir como marmotas tras un programa de atención integral.

En autismo debemos trabajar de forma multidisciplinar y como un equipo, y dejar de lado la visión puramente conductual del autismo, porque el autismo no es un problema de conducta. La conducta es un síntoma de otros problemas que deben ser abordados. Trabajar el problema y no las consecuencias es la base de la intervención.

 

Bibliografía:

  1. Holliday M. A.. 1986. Body composition and energy needs during growth. Human growth: a comprehensive treatise, vol. 2 (eds , Falkner F.& Tanner J. M.), pp. 101–117. New York, NY: Plenum.
  2. Lynn, R. (1991). The evolution of racial differences in intelligence. Mankind Quarterly, 32(1), 99–121. https://doi.org/10.46469/mq.1991.32.1.7
  3. Flynn JR. Requiem for nutrition as the cause of IQ gains: Raven’s gains in Britain 1938-2008. Econ Hum Biol. 2009 Mar;7(1):18-27. doi: 10.1016/j.ehb.2009.01.009. Epub 2009 Feb 2. PMID: 19251490.
  4. Eppig Christopher, Fincher Corey L. and Thornhill Randy. 2010 Parasite prevalence and the worldwide distribution of cognitive ability Proc. R. Soc. B.2773801–3808 http://doi.org/10.1098/rspb.2010.0973

 

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