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Entendiendo la microbiota intestinal y su impacto en el autismo

 

¿QUÉ ES LA MICROBIOTA?

 

La microbiota humana consiste en una amplia variedad de bacterias, virus, hongos y otros animales unicelulares que viven en el cuerpo.

Este conjunto de microorganismos, en un buen estado de salud, convive de forma armónica y simbiótica con nuestro organismo. Podemos encontrarlo en la piel, boca, aparato digestivo, genitales, incluso en nuestros ojos.

La microbiota es parte inherente del ser humano, y desde el nacimiento inicia un proceso de crecimiento y colonización. Incluso la leche materna influye directamente en la aparición de bacterias específicas encargadas de apoyar el proceso digestivo de la leche.

 

¿Qué es la microbiota intestinal?

La definición de microbiota intestinal se refiere a los microorganismos encontrados en nuestros intestinos y colon por tipo. Esto incluye bacterias, hongos, virus, protozoos y arqueas, y la diversidad de la microbiota variará de persona a persona.

En una persona de unos 70 kilos, nuestra microbiota intestinal pesa alrededor de 200 gramos de peso y está formada por más de 100 billones de microorganismos. Estos superan en número a las células humanas en una proporción de 10 a 1. De hecho, hay cerca de 200 veces más genes en nuestra microbiota que en todas las células de nuestro cuerpo.

 

¿Cuál es la función de la microbiota intestinal?

Su función se puede dividir en tres grandes grupos: Inmunológico, digestivo y cognitivo.

A nivel inmunológico se encarga de entrenar a nuestro sistema inmune, de hecho, hay zonas específicas en el intestino para ello, de forma que ayuda al sistema inmune en su labor de defensa del cuerpo humano. Pero también la microbiota intestinal cumple funciones de protección frente a patógenos externos.

A nivel digestivo su función es básica. Por ejemplo, es capaz de degradar determinadas fibras alimentarias, que de otra manera no podríamos procesar, y las convierte en ácidos grasos de cadena corta. Sintetiza vitaminas específicas y aminoácidos. Es básica en la absorción de minerales.  Pero a su vez, ante un desbalance de ésta, puede provocar intolerancias alimentarias, las cuales desaparecen cuando regulamos nuevamente el equilibrio de nuestra microbiota.

A nivel cognitivo, su papel se ha descubierto recientemente. Producen neurotransmisores como la dopamina o la serotonina, básicas para la comunicación neuronal. Pero a su vez, la microbiota intestinal trabaja de forma coordinada con otros órganos internos, y no sólo con el cerebro como se pensaba. Sabemos que aspectos ligados a la salud como al depresión, están fuertemente influenciados por la salud de la microbiota. Pero también impactan en aspectos como la irritabilidad, procesos atencionales ligados al malestar, e incluso, en algunos casos a problemas de sueño.

 

¿Cuál es la diferencia entre microbioma y microbiota?

 

Aunque normalmente no se diferencian, la verdad es que no son exactamente lo mismo. El microbioma se usa para definir los microorganismos y su genética, mientras que la microbiota se refiere a los propios organismos.

 

¿AFECTA LA MICROBIOTA A LOS PROCESOS COGNITIVOS EN EL AUTISMO?

 

Tal y como vimos anteriormente, estas alteraciones impactan de forma directa en nuestros procesos cognitivos. Tanto de forma directa como indirecta. Incluso, las alteraciones en la mucosa intestinal están ligadas a problemas a nivel neuronal.

De hecho, nuevas teorías asocian problemas de la microbiota con Alzheimer y otros trastornos cerebrales.

 

Cómo las alteraciones de la microbiota intestinal afectan a la conducta en el autismo

 

Impactan en dos formas. Una directa que afecta a la producción de dopamina y serotonina, tal y como vimos previamente. A su vez, la alteración en el proceso de determinados nutrientes y vitaminas que impactan directamente en la función cerebral, que impactan directamente en los procesos cognitivos.

Y una forma indirecta, relacionada con el malestar general, Problemas ligados a disbiosis intestinal, estreñimiento, meteorismo, y otros efectos de salud física que generan malestar físico e irritabilidad, incluso, problemas de sueño.

 

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¿CÓMO SABER SI MI MICROBIOTA ES BUENA?

 

Hay dos formas básicas. A partir de nuestro estado general de salud, hay determinados síntomas asociados a los problemas de microbiota, tal y como hemos visto. Y la segunda forma es un análisis de heces.

Obviamente, en ambos casos consultaremos con nuestro médico de familia.

 

¿Una alimentación inadecuada afecta a la calidad de nuestra microbiota intestinal?

 

Efectivamente. Incluso sabemos que personas con anorexia nerviosa, depresión, ansiedad u obesidad, presentan alteraciones en su microbiota relacionadas con dietas inadecuadas.

Excesos de determinados tipos de alimentos y carencias de otros evitan una adecuada proliferación de los microrganismos, y pueden generar desbalances. Esto incluso afecta a nuestros órganos sexuales, con las famosas alteraciones de cándida. Muchos de estos microorganismos, ante una alimentación inadecuada prosperan de forma exagerada frente a otros que se encargan de balancear esos niveles óptimos de vida en nuestro aparato digestivo.

Por ejemplo, las bacterias clostridium son importantes en nuestra organismo, pero un desbalance de las mismas puede llegar a situaciones incluso tóxicas en nuestro organismo.

 

Estos procesos de alteración de nuestra microbiota se conoce como disbiosis intestinal. Esto puede producir diarreas, hinchazón, malestar general, problemas de absorción de algunas vitaminas como la B12, por poner algunos ejemplos.

 

¿Cuál sería el vínculo entre los problemas de alimentación en el autismo y la microbiota?

 

Existe una fuerte evidencia sobre los desórdenes de alimentación en el autismo y los problemas del aparato digestivo. Y muchos de estos problemas también están ligados a una disbiosis intestinal. Es decir, a una alteración grave de nuestra microbiota intestinal.

En niños que desde una primera instancia han tenido rechazo importante a muchos alimentos, o que solo tomaban pequeños grupos, no desarrollan adecuadamente su microbiota. De hecho, esa alteración genera que se de una proliferación de determinado tipo de microorganismos, generándose esa falta de equilibrio y por tanto influyendo negativamente en una larga lista de procesos.

Básicamente, la alteración por exceso o por defecto (o ambos) de determinados nutrientes, generan un crecimiento anómalo, el cual a su vez impacta directamente no solo en el proceso digestivo, sino también en el equilibrio del sistema inmunitario (ver problemas con otitis recurrentes, por ejemplo), o en los mecanismos de intercomunicación de los órganos internos.

De esta forma tenemos pues un cúmulo de efectos en cascada. El niño o niña que tiene una alimentación restringida (ya sea por problemas sensoriales, clínicos u otros) y que no desarrolla adecuadamente su microbiota intestinal. La cual hemos visto que es básica en el proceso de neurotransmisores, sistema inmune y efectos sobre los procesos cognitivos y emocionales. Pero a su vez, el proceso digestivo se ve alterado, produciendo malestar general.

Todos estos efectos en cascada producen una cantidad de síntomas que en muchas ocasiones son difíciles de identificar. Y a todo esto hemos de sumar los problemas sensoriomotrices, rigidez, inflexibilidad, problemas de comunicación, etcétera. Si juntamos todo esto, vemos como tenemos un cuadro de salud inadecuado, pero, además, una serie de problemas que afectan a procesos cognitivos y emocionales. Esto, además, hace que el niño o niña presente en muchas ocasiones conductas altamente disruptivas, las cuales es fácil que sean atendidas o bien mediante fármacos antipsicóticos (que obviamente no van a ayudar) o mediante terapias de modificación de conducta (que tampoco van a resolver mucho), y ya tenemos un cuadro de autismo grado 3.

 

¿Qué hacer para tener una buena microbiota intestinal?

 

Para empezar, tener una alimentación equilibrada, esto es básico. También, nuestro médico puede recomendarnos una serie de probióticos y prebióticos que nos ayudarán a regenerar nuestra microbiota intestinal. Más o menos igual que tras un tratamiento intenso con antibióticos.

Consulten con su médico, y en su caso le realizará una derivación a nutricionista. Pero deben tener clara una cosa, la salud intestinal empieza en lo que comemos.

 

 

Y bien, esto es válido para casi cualquier persona salvo que, sean una persona con autismo y problemas de alimentación ¿por qué? Pues porque probablemente ni su médico ni el o la nutricionista sepan mucho sobre las particularidades de los desordenes de alimentación en el autismo. No van a poder darle una dieta acorde a los requerimientos sensoriales o motrices, o cognitivos del niño, al cual obviamente no conocen más que en la vista clínica. Esto es un área muy específica y especializada de la intervención.

Por ello estamos formando a multitud de nutricionistas  de diversos países para poder llegar a todos los lugares y que las personas con autismo que requieran de atención de esta disciplina puedan resolver estos problemas de forma eficaz.

 

¿Cómo conseguirlo con un niño que no come?

 

El correcto abordaje de los desórdenes de alimentación en el autismo es básico y fundamental, para conseguir esa dieta equilibrada y esa regulación del niño.

En Cocina Adaptada hemos visto como esos cambios progresivos generan saltos importantes en los avances generales del niño. Ya que a medida que todo este conjunto de situaciones se va mejorando, no solo tenemos una mejor calidad de vida, sino una mejor salud y por tanto, niños más felices, más atentos y en suma con un desarrollo acorde a lo esperado.

Es por eso, que estos abordajes impactan de forma tan positiva. Niños que incluso regulan sus problemas de sueño, dejan de estar deambulando sin sentido, tienen muy baja tolerancia a la frustración, y un largo número de situaciones complicadas, a través de programas integrales consiguen una mejor conexión con su entorno. Y esto hace que, el resto de profesionales implicados, vean como los avances del niño son constantes.

Todo esto genera una importante reducción del nivel de ansiedad y estrés familiar, e incluso, una mejora en la calidad de vida familiar, donde, curiosamente también se mejoran los hábitos alimenticios.

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